Nicaragua: Víctimas buscan justicia en la denuncia social
En Nicaragua, durante la
pandemia de COVID-19 y la autocuarentena convocada por la sociedad civil surgió
un fenómeno notorio en redes sociales: jóvenes de diferentes zonas del país
denunciaron en redes sociales haber sido víctimas de violencia sexual.
Texto: Cinthya García/Maryórit Guevara
Ilustración: Grecia Nexans
Infografía: Yordán Somarriba/Fátima Cruz
Más de Nicaragua:
El abusador era él
Gloria sintió nervios cuando compartió su historia en El Blog de la Denuncia, una cuenta en Twitter y Facebook, que practica la “denuncia social” para víctimas de violencia en Nicaragua, como una necesidad de sanar, pero también de obtener “algo de justicia” en un país donde las organizaciones de derechos humanos denuncian que “la violencia contra las mujeres no es una prioridad para el Estado”.
El día que leyó el nombre de su acosador en la cuenta de
la red social, se dio cuenta de que estaba lejos de ser la única a la
que había violentado y se dijo a sí misma que “no era posible que este
(acosador) siguiera por la vida como si nada, y afectara a otras mujeres”.
Aunque denunció bajo el anonimato, temía que la reconocieran
y enfrentar represalias porque cuando sufrió el acoso se quedó sola.
Su grupo de amigos, en común con el acosador, prefirieron creerle a él y
no a ella. “Pensaba que me iba a hacer algo o se iba a dar cuenta de que era
yo”, contó a través de una llamada telefónica, en la que se acordó mantener
su identidad en confidencialidad por seguridad.
Se conocieron cuando ella tenía 17 años, ahora tiene casi 20. Él
dibujaba muy bien y ella se interesó por su destreza en el papel, pero solo
lo veía como un amigo. Mientras él malinterpretó su interés y hasta le
pidió “nudes” (fotos íntimas). Por parar el abuso la llamó: “puta ilusiona
hombres”.
El acoso trastocó su vida. Tuvo miedo. En la universidad,
cuando caminaba por los pasillos y él iba detrás, se sentía atemorizada.
“Hasta me sentía culpable”, contó ahora que reconoce que el abusador era él.
Gloria es una de un centenar de jóvenes que
durante la pandemia del coronavirus denunció en las redes sociales, en
Nicaragua, la violencia de la que había sido víctima. Un fenómeno visible
que diversos medios de comunicación reportaron ante la magnitud de denuncias
que, a diario, se publicaban en la cuenta de El Blog de la Denuncia.
“La cuarentena ha sido como una forma de encontrarse a una
misma y en este proceso de encontrarse, las víctimas han sabido
identificar los abusos a los que han sido sometidas y por eso están
decidiendo denunciar”, consideró una de las jóvenes que está detrás de la
cuenta y que guarda su identidad por temor a represalias.
En el perfil de las redes sociales se visibiliza la violencia,
se expone a los abusadores en busca de un “castigo social” ante la
impunidad que impera en Nicaragua. El Blog de la Denuncia ofrece ayuda
psicológica o jurídica con redes aliadas para continuar con el proceso de
sanación y archiva con pruebas las denuncias recibidas que solo en el
segundo trimestre de 2020 ascienden a más de 300.
Incremento de la violencia en cuarentena
La abogada Rosario Flores sabe muy bien qué significa tratar
de seguir la ruta de la justicia en Nicaragua, pues ha acompañado a
muchas mujeres que denuncian violencias. En el contexto de la COVID-19
asegura que “hubo un incremento de la violencia contra las mujeres, que
por temor de contagiarse del SARS-CoV-2 que produce la COVID-19 no van a las
comisarías”.
Muchas le han llamado, pero cuando les explica la ruta a
seguir, enseguida escucha frases como “voy a esperar cuando pase todo
esto”, “cuando se disminuyan los casos”, pero siguen soportando”,
dijo.
La especialista en violencia contra la mujer explica que la falta
de confianza en las instituciones sobre la ruta de acceso a la justicia, y
ahora el temor del contagio, inciden en la baja de las denuncias, pero,
además, la liberación de decenas de femicidas y abusadores sexuales que
realiza el Estado mediante indultos, sin que los autores paguen por sus
delitos, aumenta la impunidad en el país.
Flores considera que la denuncia en redes sociales se
relaciona con el hecho de que, en muchos casos, las mujeres ya no tienen
salidas habituales para liberarse del agresor. A eso se suma el estrés,
la ansiedad y la angustia por la emergencia sanitaria. Ahora tienen más
tiempo para pensar y reflexionar sobre lo que ocurrió, agregó.
El Blog de la denuncia sigue procesando más de 200 denuncias
pendientes, mientras Gloria intenta retomar todo aquello que, en algún
momento, se detuvo en su vida.
Nunca más violentada
Karla logró decirle que se calmara:
-“No lo hagás, por favor. Por los niños no lo hagás”, le dijo
mientras sentía correr la sangre.
Su esposo, de 29 años, la había atacado con un cuchillo.
Los recuerdos se atropellan constantemente en la mente de esta mujer de 26
años. No logra precisar cómo se originó esa cadena de hechos violentos.
La claridad de los movimientos que antecedieron al horror tampoco fluyen.
Recuerda que logró verse al espejo y notó que “la situación era seria”.
Le pidió a un familiar que llamara a la ambulancia. Esperó
y se fue al hospital.
“Apenas me volteé para hacerle una pacha ─biberón─ al bebé, sentí
las estocadas en el cuello”, relató Karla.
Tras once años de matrimonio, Karla nunca imaginó que su
esposo llegara a ese extremo. Antes hacía algunos escándalos. Eran “pleitos
sin importancia”, consideró. Ocurrían cuando tomaba alcohol, hablaba
locuras, “celos incluidos”. Siempre se iba a dormir y hasta ahí llegaba
el conflicto.
Se considera a sí misma como una persona de carácter fuerte.
Vivían una rutina familiar que incluía paseos de domingos. Juntos, los
cinco, la familia.
Ese lunes 8 de junio él la llamó. Le pidió que lo recogiera a su
trabajo, pero ella se negó. Le dijo que estaba ocupada y que buscara
sus propios medios para transportarse. Finalmente, apareció cerca de las
7:00 pm. Había estado bebiendo. Al llegar comenzó a “hacer escándalos” en
la casa de su papá, quien es su vecino.
Ella salió a la puerta de la casa y trató de persuadirlo.
Le dijo que entrara, que se calmara, que fuera a dormirse, pero él la
ignoró. Lo que nunca pensó Karla es que en apenas unos minutos se
convertiría en una sobreviviente de femicidio en grado de frustración, en
Nicaragua, donde hasta el 30 de mayo se contabilizaban 40 asesinatos de
mujeres.
Mientras estaba en el hospital, sus familiares interpusieron
la denuncia ante la Policía Nacional, pero cuando llegaron en busca de su
testimonio, optó por no denunciar. A cambio prefirió aceptar una
mediación con quien la había intentado asesinar.
Al verla de nuevo, el hombre lloró y le pidió perdón. Ella le
dijo que no sentía rencor ni odio.
- “Te perdono”, le expresó. Ya no vivirán juntos,
aseguró.
Él le juró que no recordaba la agresión que casi la mata.
Se excusó en el alcohol y otras sustancias que, supuestamente, consumió, pero
su esposa duda, y más bien sigue impactada por el hecho de que el hombre
en quien confiaba la haya herido.
Karla sabe que es una víctima de la violencia machista.
Es consciente de que ningún pleito, “cuecho”, justifica el querer quitarle la
vida a otra persona. “Creo que solo Dios puede hacer eso, pero bueno, él
tiene su castigo”, expresó.
“Lo disculpo hasta cierto punto, pero volver con él, jamás”,
expresó convencida.
Karla es una mujer de largos cabellos negros y ojos ovalados.
Al hablar demuestra seguridad en su carácter. Sin embargo, su mirada aún
refleja el dolor de lo sucedido. Mientras conversa hace exhalaciones, coge
aire y sigue la plática. Reflexiona que es duro darse cuenta de que la
persona con la que había vivido tantos años fue capaz de “tratarme así, la
misma con la que tenías construido un futuro, una vida”.
“Uno nunca deja de conocer a las personas”, expresó.
A casi un mes de aquel fatídico 8 de junio en su vida, su
preocupación está más allá de las heridas que sufrió. Tampoco le
preocupa saber qué va a pasar con las secuelas de la agresión. Lo único que
tiene en su mente son sus hijos. Todos dependían de su esposo, pero él se ha
quedado sin trabajo porque se enteraron de lo que sucedió con Karla y lo
despidieron.
“La estoy viendo feo”, añadió esta madre, quien
vive en una localidad ubicada al norte de Nicaragua, un país sumido en una
crisis sociopolítica que, aunado a la pandemia de COVID-19, enfrenta una
economía cada vez más precaria.
De acuerdo con la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo
Económico y Social (Funides) se calcula que este año la pobreza crecerá en
un 36.9% en la nación centroamericana.
*Los nombres de las sobrevivientes de violencia han sido
cambiados como una forma de protegerlas.
Comentarios
Publicar un comentario